Los jueces decidieron que la candidatura de Esles era la merecedora del premio de esta edición, al haber sido la que mejor ha conseguido adaptarse a los objetivos del Premio, por mantener la plena armonía con su entorno y la implicación de sus vecinos en este objetivo.

Esles es un pueblo que ha ido realizando actuaciones encaminadas a conservar su carácter, sin que desenfoquen la perspectiva del núcleo, con la plena convicción de que su entorno forma parte de su propia estructura, y ese empeño está dando sus frutos.

El conjunto de casonas con sus cerramientos de piedra, las hileras de casas montañesas repletas de flores y la riqueza de su arbolado, son muestras de una tradición que ha hecho que este pueblo no se haya visto afectado por ciertas tendencias que habrían distorsionado su imagen.